lunes, 8 de septiembre de 2008

QUÉ DECIR DE LA POESÍA



Cuando edité mi poemario denominado "NOVUS" dedicado a la Señora Elba Adriana Cots,
coloqué a modo de separadores algunos pensamientos. Uno de ellos decía que cuando mi madre me engendró liberó a un duende de la poesía.
Ese duende anidó en mi corazón.Y desde el corazón me ayudó a sublimar los dolores cotidianos de la vida para transformarlos en palabras y actos de luz.
La poesía me acompañó siempre y continúa acompañándome aún hoy, cuando la labor periodística me absorbe casi por completo.
En mis días de escuela primaria mi madre me enseñaba versos para cada fecha patria. Era prácticamente la única que estaba lista cuando la maestra preguntaba quién sabía un verso para la fiestita.
Cierro mis ojos y me veo en la Escuela 23, donde conocí a Elba, el hada madrina que asistió con su presencia a mis muchos nacimientos en los últimos cincuenta años.
Me veo de pie en el alto escenario que se armaba al efecto, con los guantes y la vincha blanca, con el guardapolvo tableado y planchado con almidón. Todo por obra de la cooperadora que no permitía que los alumnos pasaran un "papelón" a causa de su pobreza.
Y me oigo recitando con entusiasmo, poniéndome colorada entre los aplausos y los besos de las maestras.
Después llegaron mis propios versos, luego de que el primer amor se fuera dejando la estela de cuatro poemas que me marcaron la vida: amor, fe, trabajo y esperanza.
La poesía, como esencia de la comunicación, me permitió decir todo lo que necesitaba decir: lo que veía, lo que me inspiraba amor, alegría, tristeza o desamor.
Finalmente la poesía me trajo las mejores amigas: una de ellas fue Marcela Fernández Moreno, hija de César y nieta de Baldomero. Si ella no hubiera descendido de un linaje de poetas no nos hubiéramos conocido y el cielo de Chascomús se me hubiera vuelto más negro aún.
La poesía me permitió conocer a muchos seres que nunca escribirán un sólo verso y sin embargo se emocionan con los míos.
Una vez fui con mi primer libro a visitar a Don Martín Larralde y el anciano poeta me animó a seguir escribiendo a pesar de que nadie me respaldara. Y años más tarde me regaló su poemario " Mainés " con una dedicatoria muy particular: "Cuando el aromo se viste de amarillo,eso es poesía".
Han transcurrido más de tres décadas. El ya no está pero están sus versos.
Y yo sigo buscando ( ¿ y transmitiendo? ) al amor en los caminos infinitos de la poesía.

LEYENDA DE LAS FLORES Y EL VIENTO
Dicen que una vez las flores sintieron que un viento fuerte, caluroso e incontenible las ahogaba.
 Sintieron que sus pétalos ardían por su acción. Pero, merced a su sensibilidad, percibieron también que ese viento fuerte, gritaba de dolor.
Entonces ellas- las flores- pensaron que lo mejor era amarlo.
De no haberlo hecho así hubieran muerto todas y el mundo sería hoy un verdadero desierto.
Cuando las flores decidieron amar al viento que las dañaba produjeron en él un cambio que benefició a la humanidad.
Desde entonces, cada vez que el viento acaricia a la naturaleza en flor, un aroma milenario llena el alma de los seres que nunca se sintieron amados.
Y la magia vuelve a existir. A pesar de todo, vuelve a existir.
 Y así será hasta el final de los tiempos.
Porque el amor está hecho, de viento, de furia, de dolor, de renunciamiento  y, por supuesto, de aroma a flores.
Eva Lucero de Ortega

1 comentario:

Ma.Etelvina Gimenez dijo...

Buenisimo tu blog...y todos los poemas.

ADELANTE como siempre alentando a los pequenios escritores.


ETELVINA