viernes, 29 de octubre de 2010


REGRESO

Era un duende caminando por la casa.

Un rayito de sol para mi cielo.

Tenía estrellas pintadas en el rostro

y quietud de manantial en la mirada.

Su voz era un concierto de chicharras

y un juncal recién nacido sus cabellos.

Como vuelo de gaviotas sus manitos,

con ternura de algodón, me acariciaban.

Fue bonita esa infancia, entre sonrisas.

Fueron lindas las siestas estivales,

preparando , con aguja y fantasías,

el ropaje especial de carnavales.

Chascomús lo hizo un hombre y el destino

lo llevó lejos de mí. Pero ha venido

en los ojos color tiempo de Juanito

y en la risa de Javier. Así ha venido.

miércoles, 5 de mayo de 2010

EL CORAZÓN EN LA BIBLIA

En el año 2007 tuve la oportunidad de participar de un seminario ecuménico en la Editorial San Pablo. Conocí allí personas maravillosas. No recuerdo todos sus nombres pero visualizo cada uno de sus rostros sentados a la mesa de la Palabra que un rabino nos hizo conocer, comparando con el Nuevo Testamento para uno de los pasajes del Antiguo.
De esos días nacieron muchos versos. Hoy, recorriendo mi archivo digital, me encontré con ellos. Y quise compartir con los lectores de este espacio, al menos uno.
Quiera Dios que cumpla el objetivo de conmover un alma.

“ EL CORAZÓN EN LA BIBLIA “
Así quiero caminar, Padre del Cielo:
equipaje liviano y manos llenas
de tu amor para darlo a mis hermanos.

Así quiero caminar, Padre del Cielo:
sorprendida cada día por Tus dones,
totalmente entregada a Tu servicio.

Así quiero caminar, Padre del Cielo:
cultivando la herencia recibida
mientras llego a la Tierra Prometida.

Así, quiero caminar, Padre del Cielo:
con los ojos luminosos y una risa
que recuerde tu Divina Providencia.

Así quiero caminar, Padre del Cielo:
con la ingenua confianza de quien sabe
que Tu rostro "materno" la refleja.

Así quiero caminar, Padre del Cielo:
cosechando como Rut, la moabita,
la que dijo que “ tu Dios será mi Dios”.

Así quiero caminar, Padre del Cielo:
sembrando entre las piedras la alegría
compartida con el pueblo de Israel.
Eva L. de Ortega

viernes, 30 de abril de 2010

MAÑANA

Imágen de un atardecer en la laguna de Chascomús.

La esperanza cristiana, la que no defrauda, me rescató siempre del sendero del desencanto.
No es sencillo acostumbrarse a los abandonos, los físicos y los espirituales.
Cuando suceden cualquiera de ambos, el alma duele y el sol parece no existir.
En entonces cuando aparece Él, recordándome que me amó primero y que si todas las
cosas del mundo me dejan, Su amor estará siempre conmigo.
Entonces el poeta que me habita ( me encanta decir también el duende de la poesía que mi madre liberó al engendrarme), le dice a quien se ha ido que todo volverá a empezar a pesar de su ausencia.
Claro que el tiempo también ha transcurrido... y eso se ve en el poema.

Habrá una luz
atravezando el rincón de mis dolores
una mano
anulando el espacio del olvido,
y una nueva mirada
capturando mi mundo esperanzado.
Los tomaré uno por uno,
para poblar el desierto
que me dejó tu partida.
Luz, manos, ojos...
no necesito más.
¡Queda tan poco!