viernes, 30 de abril de 2010

MAÑANA

Imágen de un atardecer en la laguna de Chascomús.

La esperanza cristiana, la que no defrauda, me rescató siempre del sendero del desencanto.
No es sencillo acostumbrarse a los abandonos, los físicos y los espirituales.
Cuando suceden cualquiera de ambos, el alma duele y el sol parece no existir.
En entonces cuando aparece Él, recordándome que me amó primero y que si todas las
cosas del mundo me dejan, Su amor estará siempre conmigo.
Entonces el poeta que me habita ( me encanta decir también el duende de la poesía que mi madre liberó al engendrarme), le dice a quien se ha ido que todo volverá a empezar a pesar de su ausencia.
Claro que el tiempo también ha transcurrido... y eso se ve en el poema.

Habrá una luz
atravezando el rincón de mis dolores
una mano
anulando el espacio del olvido,
y una nueva mirada
capturando mi mundo esperanzado.
Los tomaré uno por uno,
para poblar el desierto
que me dejó tu partida.
Luz, manos, ojos...
no necesito más.
¡Queda tan poco!